Falleció doña Paulina

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Hoy martes 18 de agosto después de las ocho de la mañana falleció en su sitio de residencia doña Paulina Sicacha de Quevedo.

El periódico Nuevo Milenio comparte en honor a su memoria este reportaje publicado inicialmente en la revista digital Mastranto y que por cortesía del maestro Alejandro Salazar se publicará en la edición quincenal del periódico Nuevo Milenio de Acacías que circulará con su edición especial del “CentenarioAcacíass este fin de semana.

PERSONAJES DEL CENTENARIO

Doña Paulina

Por:

José Ignacio Quevedo – Luisa Fernanda Bolívar Quevedo.

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Foto: “Doña Paulina Suministrada por: Fernanda Bolívar Quevedo

Hablar de “Doña Paulina” es traer a la memoria la viva historia de la plaza de mercado de nuestro municipio, cuando a principios de los años cincuenta llegó esta joven traída de la mano de su madre adoptiva Ana Rita Prieto, junto con sus hermanos de crianza, en un periplo que inició en Cáqueza, municipio ubicado al oriente del departamento de Cundinamarca. A sus 19 años, el 15 de diciembre de 1955 contrajo nupcias con Rubén Quevedo Moreno, oriundo de Gutiérrez, y quien, como muchos de sus paisanos, hizo parte de esa colonia de emigrantes a los llanos en busca de mejores condiciones de vida, junto con sus padres y hermanos. Fruto de este matrimonio nacen once hijos, de los cuales sobreviven siete, a quienes educaron con principios y valores propios heredados de sus padres y abuelos, fundados en el respeto, el trabajo y la honradez.

Ya con las responsabilidades propias de esposa y madre y ante las necesidades apremiantes de la familia, emprendió un negocio de venta de tinto, salpicón y jugo de naranja en un espacio de los terrenos de lo que hoy es la plaza de mercado de nuestra ciudad, que le permitiera obtener unos ingresos adicionales para ayudar a su esposo quien ya trabajaba como guardián de la Colonia Penal de Oriente. El trabajo constante y persistente de los esposos, permitió ahorrar lo necesario para comprar un lote de terreno a doña Ascensión de Vega, quien de manera generosa les facilitó pagarlo en “cómodas cuotas” y a un bajo precio; sitio este donde construirían con gran esfuerzo una modesta vivienda, que con el correr del tiempo fueron ampliando para una mejor comodidad de sus hijos, pues ya estos se habían multiplicado. La familia Quevedo Moreno encabezados por don Honorio y doña Emperatriz junto con sus hijos, fueron de los primeros que instalaron la industria panificadora en Acacías, por lo que dichos conocimientos fueron activados por don Rubén quien con el liderazgo de doña Paulina emprendió este nuevo reto creando la Panificadora San Antonio, lo cual les permitió ampliar la oferta de productos elaborados por sus propias manos y la de sus jóvenes hijos y empleados, tales como el frío batido de leche, los raspados de hielo, la inconfundible avena, el inolvidable salpicón, la deliciosa mantecada, las calienticas almojábanas, los bizcochos y ponqués de uvas y el fresco pan que a diario fabricaban y cocían en un horno de leña que habían construido en el lote trasero de su vivienda, actividades estas que realizaban a diario de lunes a sábado, porque el domingo era el día de mercado  y  salían nuestros campesinos y comerciantes, de las distintas veredas, entre otras, como Surimena, Santa Rosa, Montebello y los hoy centros poblados de San Isidro de Chichimene y Dinamarca, a vender sus productos a la plaza y a hidratarse con unas agrias bien frías, pero eso si sabían que no se podían devolver sin llevar en la remesa del mercado el pan de doña Paulina. Con el apoyo del inolvidable alcalde de entonces, señor Pablo Antonio Gómez, quien formalizó la titularidad de los locales a los primeros comerciantes instalados en sus terrenos, don Rubén y doña Paulina, con sus ahorros y pequeños préstamos de la Caja Agraria, construyeron y mejoraron su negocio y vieron al frente de este la primera calle p a v i m e n t a d a e n A c a c í a s y posteriormente a su respaldo en la recién pavimentada plaza, celebrar la fiesta de las colonias del primer festival del retorno de Acacías en 1972; fiesta esta que se celebró en más de una oportunidad, hasta que por el espacio insuficiente para albergar a propios y visitantes fue necesario trasladar al parque principal Evocar el nombre de doña Paulina es recordar su buen humor, amplia generosidad, caridad, don de gentes y servicio al prójimo, sobre todo a los más necesitados, pues su mano se extendió no solo para abrazar y apoyar a más de una viuda y desconsolado padre de familia, sino para calmar el hambre y la sed a innumerables personas de distinta índole que se acercaban por casualidad o necesidad, recordando su humanismo; llegando a facilitar la sala de su casa como pensión de paso y hasta funeraria para velar los restos de personas del campo, o de aquellos cuyas familias no contaban con recursos para hacerlo. Si bien, hoy las fuerzas y la salud de doña Paulina no le permiten seguir ofreciendo un vaso de agua al sediento, un pan al hambriento y un techo al desarraigado, el grato recuerdo de todos los que en alguna oportunidad recibieron sus desinteresados favores, está más vivo que nunca y, así lo demuestran y expresan a sus hijos: Consuelo, Blanca Ligia, José Ignacio, Arnulfo, Carlos Julio, Clara Inés y Luz Mery, para quienes su adorada e incondicional madre, siempre fue un ejemplo de mujer honrada y bondadosa, que los alegraba con un beso y un abrazo para demostrarles a ellos y sus nietos su eterno amor y cariño. Muchas gracias señora Paulina por tanta generosidad y amor con sus semejantes.

Foto: “Doña Paulina Suministrada por: Fernanda Bolívar Quevedo

José Ignacio Quevedo – Luisa Fernanda Bolívar Quevedo