ADIÓS AL AMIGO / homenaje póstumo a Juan Domingo Guzmán Montenegro

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Por Jotamario Arbeláez

Se dice de antiguo, más por reflexión filosófica que por dogma de religión, que el hombre está compuesto de cuerpo y alma.
Cuando el alma toma vuelo hacia lo eternal de donde proviene, el ser queda en los puros huesos que devora la tierra, o el fuego, según el ritual que zanja el asunto.
Y la carne, que tanta carne comió para mantenerse o recrearse, pasa a ser pasto de esos gusanos que engendró el organismo, o sea que uno termina por comerse a sí mismo.
A mis años el cuerpo me sigue cumpliendo y mi alma festejando siglos. Para eso se hizo inmortal, haciendo casi irrisoria la duración material.

Me puse en esas divagaciones ahora que suspendió su visita a la contingencia un amigo muy querido que tenía mi alma.
Alma que dispone de varios compartimientos para acoger y celebrar a los que me vienen tendiendo la mano de vieja y de nueva data.
Éste se llamaba, o se llama porque lo sigo llamando, Juan Domingo Guzmán Montenegro.
Era editor, diseñador, dirigió editoriales, diseñó libros de arte, los publicó. Para consagrados pintores como Alberto Nuño, Germán Tessarolo, Ángel Beccassino.
Y, como director de Nuevas Ediciones, hizo una monumental edición de La casa del ladrón desnudo, la noveleta con la que María de las Estrellas, de 8 años, ganó el premio literario en el Congreso Mundial de Brujería.

Con cada amigo que se me va muriendo muere una parte de mí mismo.
En ese sentido pienso que ya estoy más que muerto, que me pasé.
Porque mi alma, por más que fuere inmortal, no tiene por qué ser infinita o descomunal.
Cuerpo y alma de los que fui dotado tuvieron unos esponsales de maravilla, de los que algún testimonio logré dejar con la tinta de mis plumillas.

Juan Domingo fue un amigote para todos los días de la semana y para todos los días de año, todos los años.
Servicial a más no poder, cualquier lío que uno tuviera lo desleía y cualquier enredo lo desenredaba.
Me lo presentó “el comandante eterno”, Pablus Gallinazo, con quien también compartía francachelas y bebelonas,
y con Antonio Frio, otro amigo del almanaque al que se lo llevó el reciente y mal hadado Covid.
Todos teníamos el afán de coronar nuestras obras artísticas, poéticas y musicales, y Juan Domingo se esforzaba en ser nuestro primer receptor multiplicador.
Con qué curia se esforzaba en hacerlo con los elementos que manejaba y se pagaba con la satisfacción y el orgullo de hacerlo.
Llegó a construir a través de los años la más completa y estética colección fotográfica de los nadaístas vivos e idos.

Fumaba como un condenado a prisión perpetua y se enfurecía cada vez que algún amigo o visitante le advertía de la fatalidad que conllevaba encender cada fósforo, hacia el enfisema y el epoc.
Terminó conectado al inhalador de oxígeno como el poeta Barquillo y corriendo hacia el baño como el poeta X-504.
El aparato respiratorio no le aguanto más de 7 días sin fumar.
El cigarrillo lo condujo a esa fogata que se llama la cremación.
Que tuvo lugar, sin ningún tipo de ceremonia religiosa, en los Jardines de Paz de Villavicencio. Y al cenicero.
Lo acompañó, en este último trance, su secretario y amigo de muchos años Johncito Arias, correspondiendo a la fidelidad que se debe al amigo amado.

Su preciosa e invaluable hija Camila Andrea era el eje y soporte de su existencia.
Se casó con el llanero Iván Briceño y se trasladó a vivir a Acacías, en el Meta, donde tuvo a Ivanna, y hacia allá se dirigió nuestro amigo con su computadora y su cámara fotográfica para tener cerca a su hija y a su nieta, que le brindaron su postrera felicidad.
Allí puso su talento y herramientas al servicio de los Vigías del Patrimonio de Acacías.
Con tal efectividad que el Alcalde Eduardo Cortés Trujillo tuvo la cortesía de emitir un comunicado lamentando su fallecimiento y agradeciendo su colaboración con las culturas del Llano.

Ay, los amigos., cómo duele darles el abrazo de despedida cuando ya no tienen cuerpo.
Los amigos son los mejores amores y los mejores amores son las amigas.
Cómo siento terminar este elogio fúnebre con un chistecito de los que a él le gustaban.
La montaña mágica, Octubre 24-22