LA SOLIDARIDAD EN TIEMPOS DE PANDEMIA

0
1016

Qué difícil compadecerse de la situación de las personas cuando unos avivatos usan la excusa de la necesidad para sacar provecho de la situación.

Por: Silvio Claros

El corazón se me desgarró cuando vi a esa familia…

Dos niñas que no tendrían más de 10 años y un bebe con una madre joven. Junto a ellos un muchacho, imagino que el papá, recostados contra una gran puerta metálica y tratando en vano de resguardarse del torrencial aguacero que caía ese lunes de mayo.

Generalmente no me compadezco de nadie, soy un convencido de la causa y efecto que explica que cada situación que el ser humano afronta está directamente relacionada con algún tipo de mala acción o decisión que haya tomado.

Sin embargo, ver niños pasando esta necesidad me conmovió. Inmediatamente pensé en mis hijos, en qué haría yo al notar que mis hijos tienen hambre, o que les hace falta cualquier cosa como en este caso, les hacía falta un techo.

Sin nada útil que ofrecer en ese momento, me acerqué y les pedí que por favor me dejaran fotografiarlos para enviar su necesidad a las personas que, tal vez, podrían ayudarles.

Debo informar que la ayuda fue casi inmediata, pues a los 10 minutos de enviar la foto por WhatsApp y explicar lo que pasaba, recibí una notificación pidiéndome dirección y señas del lugar donde se encontraba la familia en mención.

Hasta ellos llegaron unos vehículos con mercado y dos funcionarios tomaron datos y solucionaron el problema de vivienda al menos por un par de meses mientras la situación mejoraba, lo sé porque estuve atento a todo y las personas a las que les escribí también se tomaron la molestia de contarme.

La sensación de ayudar es muy gratificante, siente uno como sí le alivianaran el espíritu y la certeza de que esos niños estarían mejor protegidos me brindó una noche de descanso verdadero.

Al día siguiente volví a pasar por el lugar dónde los había visto y ya no estaban…

Cuando regresaba a mi casa después de haber hecho unas compras necesarias para soportar el encierro, tomé otra ruta, y ¡oh sorpresa!, sentados bajo un semáforo, sosteniendo un cartel qué explicaba su miserable situación y su nacionalidad, estaba la misma familia…

Ésta vez no sentí pena, sentí frustración, algo de rabia y decepción, pero sobre todo me sentí confundido.

Entonces me tomé la libertad de investigar por mis propios medios (No hice una Unidad Investigativa, para eso se necesitan varios profesionales y más o menos 5 años de credibilidad), así que me dediqué a buscar datos sobre ésta familia.

La búsqueda me llevó hasta principios del año 2019, cuando un medio de comunicación local, ese que ustedes ya conocen que nunca tiene nada bueno para decir de la ciudad, alertaba sobre la desidia de una administración, que permitía que una familia de extranjeros, con una madre embarazada, pasara hambre y frío en los alrededores del parque.  

En esa oportunidad los ubicaron en una habitación con unos meses pagos para que vivieran allí y tuvieran donde dormir mientras su situación mejoraba. ¿Les suena a algo que ya leyeron?

De ese lugar fueron desalojados por la dueña, pues notó que las cosas del pequeño negocio tipo tienda que tenía en su casa estaban desapareciendo y después de averiguar un poco notó que los jóvenes padres habían conseguido una copia de la llave para poder abastecerse en las noches sin anotarse en el respectivo cuaderno del fiado, y de esta manera, volvieron a deambular por las calles.

Luego una señora me escribió y me contó pidiéndome reserva de identidad, que ella había acogido a esta misma familia llevándolos a un lugar para alojarse sin pagar arriendo y en donde la mujer dio a luz a su niño, el bebé que sostenía bajo la lluvia.

Un díaCuenta la señoraluego de varios meses después de haber tenido a su hijo, pensando que le haría favor, le pedí que viniera a la casa para ayudarme, que le iba a dar veinte mil pesos para que me barriera el patio, no era mucho pero de algo les habría de servir, y ¿Sabe lo que me contestó?, Qué ella no se iba a matar barriendo nada, que conseguía más en los semáforos… ¡Qué tal!”

Hoy todavía los veo, siempre busco la manera de que me reconozcan, al principio la señora agachó la cabeza, pero ahora les vale madres sí los reconozco o no, siguen con el cartelito, pidiendo limosna y provocando lástima de las personas.

Ya soy indiferente a su situación, pero me queda en la conciencia que al menos, intenté ayudar.