Ella hace parte del inventario de la ciudad; Belén, “La Loca” Belén, la mujer que se refugió en un mundo de fantasía para escapar de una realidad que lo único que nos exige para soportarla, en un poquito de locura.
Por: Silvio Claros
En el año 1957, con sólo 7 añitos y procedente de Une, arribó a nuestra ciudad el personaje que hoy nos ocupa.
Belén Llegó en compañía de su madre, una mujer con evidentes desequilibrios emocionales, cuando sólo contaba con 15 años de edad, gracias a la generosa compasión de la señora Abigail Poveda Reina, oriunda del municipio cundinamarqués y residente de Acacías, quien, al observar la precaria situación de éstas dos almas, decidió traerlas para aminorar en algo sus pesadas cargas.
Doña Abigail les ofreció un alojamiento digno y decoroso en su propio lugar de residencia, donde Belén pasa gran parte de su adolescencia hasta que su benefactora, por esas bromas de la vida, sucumbe al paso del tiempo y fallece.
Entonces comienza el viacrucis de Belén, su mamá se regresa para Cáqueza dejándole una herencia de trastornos mentales y encomendándola en manos de la suerte, que la arrastró a la mendicidad; su trajinar la transforma en un ser agresivo y su condición psiquiátrica la convierte en el blanco de las burlas de niños y adolescentes, contra quienes descarga toda su furia, ayudada por las piedras que encuentra en las calles de la ciudad.
Nadie sabe cómo ni cuándo, pero de pronto el vientre de Belén empieza a crecer. Un embarazo que asumió con toda la entereza que su condición le permitía, sin la presencia de una figura paterna, el destino del niño era una incertidumbre.
El hospital San José recibió con alborozo la nueva vida, una niña saludable y vigorosa que fue entregada en adopción para favorecer su crecimiento dentro de un ambiente digno y amoroso, mientras que Belén, regresó a su vida deambulando por las calles de la ciudad, nadie sabía si alguna vez recordó que tenía una hija, pero todos deseaban que hiciera parte de la felicidad que encontraba en sus sueños y que ella hubiese sido el motivo que a veces la hacía sonreír con locura.
La señora Ligia Doncel siempre estuvo pendiente de la higiene y el cabello de Belén, y ella, en compañía de doña Elsy de Ospina, organizó el sacramento de la primera comunión de la humilde mujer. Hicieron recolectas por todas partes y finalmente celebraron la ceremonia con toda la parafernalia que el evento requería.
Belén siempre hablaba de su “mamá Elsy”, de quién la acogió y la quiso ante la adversidad del mundo, esa adversidad que la conminaba a caminar siempre con un paraguas para resguardarse de algún chaparrón o, por qué no, para golpear a algún jovencito sabelotodo, de esos que la instigaban para hacerla perder la paciencia y que ella con tanta vehemencia perseguía por las calles del municipio, profiriendo insultos que hoy, hacen parte de la memoria de Acacías.
Belén murió a la edad de 76 en el lugar que sería su última morada, el ancianato de Acacías, Hogar San José, dónde pasó el ocaso de su durísima vida; feliz, disfrutando del cuidado y las bondades que le prodigaba el personal de éste centro dedicado a ofrecer a las personas de la tercera edad, un espacio en donde puedan pasar una vejez digna y meritoria.