Qatar2022 /Por: Oscar Castillo Baquero, enviado especial del Periódico Nuevo Milenio de Colombia
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Desde el día 1 nos vimos y hubo química de una. Todos saben mi amor y cariño por los animales. En mi casa ya casi son 10 años con el ‘michico’ que recogió el nieto de una cesta de la basura en el parque principal. Eran dos gatos pero uno desapareció extrañamente, como a los tres años. Hoy están; ‘Pupis’, desde hace trece años, cuando la adoptó mi hijo Felipe. Ya es ‘abuela’. ‘Nena’ que la dejaron abandonada en un potrero y una amiga la recogió. Ya lleva cuatro años. Ahora, el consentido es ‘Pinocho’ hijo de Kiara, la mascota del nieto Juan Felipe.
Por eso creo que Máx, la mascota de Alexandra, la esposa de Daniel, quienes nos arrendaron la habitación, encontró en su olfato perruno que yo era el indicado para seguirle sus pasos. Desde ese mismo día lo llevé a darle su paseo por el barrio. Punto asegurado.
La rutina con mi amigo de aventura en este mundial, Juan Antonio, es salir a las diez de la mañana al centro de medios, reclamar los tiquetes de entrada a los estadios, él va a gramilla, yo a tribuna de prensa, y regresamos en la madrugada, casi siempre después de las tres de la mañana, a dormir. Pues antes de irme y antes de acostarme debo sacar a Máx a dar su vuelta que aprovecha para hacer sus necesidades.
Les compartimos esta nota publicada en el periódico Q’Hubo, de Medellín, enviada por Juan Antonio Sánchez, dedicada precisamente a Maximiliano.
Antes de terminar la crónica les cuento el final que puede tener este amor canino con Máx.
“En Catar no hay tantos perros, los que hay son de latinos y atemorizan a los cataríes
UN MIEDO DE CUATRO PATAS
Por: Juan Antonio Sánchez / Q’hubo/ Medellín
Después de estar 8 días en Catar y de go-
zar al máximo mi tercer Mundial, me he dado cuenta de que hay algo que extraño mucho de Colombia: los perros; obviamente junto a mi familia, amigos y comida.
Y es que resulta que a los cataríes no les gustan las mascotas, por lo que ver a un perro en un parque o paseando con sus amos no es muy común; de hecho, puedo decir que los únicos peludos y gatos que viven en tierras árabes son de dueños latinos.
Por fortuna, en la casa que me estoy quedando hay uno: Maximiliano; un perro gigante pero muy juguetón y
amoroso. Sin embargo, él fue traído desde Bogotá por su familia, quienes pagaron un costoso tiquete de avión
para traerlo y no tener que abandonarlo en nuestro país.
Mi compañero, Óscar Castillo, y yo nos hemos encariñado mucho con él y el
primer día que decidí sacarlo a pasear noté que todos los cataríes se cambiaban de acera cuando me veían cerca. Al principio no entendía que sucedía, pero la dueña me contó que allá hay un miedo irracional por los perros y me advirtió que siempre debía estar con la
cadena.
También me contó que cuando piden un domicilio, lo primero que hacen es en-
cerrar a Maxi en un cuarto o un guacal, pues aquí siempre el domiciliario entra a la casa, prácticamente te dejan todo metido en la nevera, pero apenas ven al perro, así sea en el guacal, salen despavoridos y dejan todo tirado. ¿Se imaginan esa escena? Ojalá me toque para reírme un rato.
Ustedes se estarán preguntando si hay alguna restricción con las mascotas,
pero no. De hecho, ni he visto el primer letrero relacionado con las mascotas, tipo como “recoger el popo” o
“no es permitido el ingreso de mascotas”; creo que no hay necesidad.
Por último les quiero decir que Maxi me ha dado mucho amor y hasta me ha sacado sonrisas. A la hora que llegue me recibe voleando cola y siempre me saca cosas de la habitación, estoy por pensar que si dejo mi computador o cámara por ahí, saldrá con ellos en la boca.”
El final que tiene esta crónica es que el dueño de Máx llamó a Oscar y le dijo que estaba pensando con su esposa Alexandra en tomar una decisión extrema: Máx llegó en un guacal desde Bogotá a Doha. Alexandra está criando a su hija de dos meses de nacida. Daniel, por su trabajo, prácticamente no tiene tiempo para dedicar a Máx y el niño Santiago, de 10 años, está muy pequeño para salir con Máx temiendo que algo inesperado pueda pasar si se llega a poner agresivo por alguna situación inesperada en la calle.
La decisión que están por tomar es retornar a Máx a Bogotá donde quedaría al cuidado de la familia de Alexandra. Máx orando a los dioses de los perrunos clamó talvez para que llegara un ángel y lo salvara. Si esta película tiene ese final se los contaré después del 26 de diciembre cuando está previsto , Dios mediante, nuestro regreso a Colombia.